viernes, 13 de febrero de 2009

La psicología política de Ignacio Martín-Baró Por: Guillermo Delahanty

Con el método dialéctico analizo que la psicología social de Martín-Baró, convertida en política, se enmarca en la teología de la liberación del grupo de jesuitas con su praxis pastoral. Mi propósito es analizar sus aportaciones de psicología social y política sin abarcar exhaustivamente toda su producción, sino emplear textos claves para mostrar mi hipótesis epistemológica sobre su obra. Este artículo se encuentra en la línea de mi serie de publicaciones sobre la psicología social (Delahanty, 1976, 1977, 1980, 1985, 1990).
La psicología social de Martín-Baró intenta contribuir a la transformación radical de las estructuras sociales. Elizabeth Lira y María Isabel Castillo (1991) señalaron que Martín-Baró apoyado en la psicología buscó las condiciones de paz para su pueblo.
Martín-Baró reflexionó sobre la identidad, ideología, migración, el impacto de la guerra y la religión en el campesino y ciudadano salvadoreño. "La ideología la constituyen aquellos procesos psicológicos determinantes de la manera concreta como viven (piensan, sienten, actúan) los individuos" (Martín-Baró, 1976:10). La psicología que desentrañe las estructuras que oprimen al sujeto y promueva el surgimiento de la conciencia popular sobre las estructuras.
El problema psicosocial de la guerra y el terrorismo se imprime en la identidad y en la ideología, "construir su identidad en un contexto de violencia generalizada, donde la alternativa es asumir agresivamente una identidad socialmente estigmatizada o aceptar el cierre de opciones y someterse a una identidad impuesta, preñada de elementos deshumanizantes, ya sea desde la vertiente opresora o, más comúnmente, desde la vertiente oprimida" (Martín-Baró, 1988b:244) También comprende la migración del campesino salvadoreño. "Toda identidad es una construcción histórica que se apoya dialécticamente en un medio humano y en un ambiente material. El desplazamiento constituye una forma de desenraizamiento, es decir de privar a la persona de sus referentes sociales y materiales cotidianos" (Martín-Baró, 1986b:39). Es una referencia a su propia vivencia de migración porque nacido en Valladolid, España, emigra a El Salvador en una misión jesuita[1][1]. Y se apoya en la tradición de cuatro siglos de experiencia jesuita en las misiones. Casi exploradores que viven el sufrimiento del que emigra[2][2]. Con la diferencia de Martín-Baró con los campesinos es que él cumple con un propósito divino y una vocación sacerdotal y el campesino huye de la ignominia y la muerte.
Su interés por la esfera de la religiosidad es para comprender la estructura psíquica y social del sujeto. "La religión es por tanto uno de los elementos clave para entender no sólo la psicología de los pueblos latinoamericanos, sino, más en particular, el ámbito de lo político y de la política latinoamericana. El poder de la religión la vuelve de hecho una instancia de gran importancia política, tanto más eficaz cuanto que con frecuencia se niega como tal (pretende estar "por encima" de los conflictos y luchas partidistas) y actúa así al margen de las normas formales del que hacer político". (Martín-Baró, 1987:231).
Uno de sus intereses prioritarios es comprender las relaciones psicosociales del campesino. "Introducirse en el mundo del campesino, de nuestro campesino, es levantar el telón de un drama no por desconocido menos real, ni por negado menos doloroso, ni por contemporáneo menos salvaje" (Martín-Baró, 1973:479). Que necesariamente conecta con los procesos económicos sociales y propone esquemas de acción concreta. "Es necesaria la organización del campesinado para impedir radicalmente cualquier paso atrás en el proceso histórico, para bloquear cualquier esfuerzo por renovar situaciones de opresión humana que vayan siendo superadas, para defender frente a intereses ajenos los intereses del campesino" (Martín-Baró, 1973:504), para conseguir la organización es necesario "posibilitar a todos los niveles cierto grado de responsabilidad social y, por tanto, cierto poder político para tomar decisiones comunitarias" (Martín-Baró, 1973:504).
En una investigación para explicar los procesos psíquicos del campesino es importante comprender su comunidad. Cabarrús (1983) en su trabajo de campo antropológico analizó las condiciones de la gestación de la revolución en El Salvador. Los campesinos van a la revolución por sus condiciones socioeconómicas. La economía campesina es de escasa utilidad monetaria, paga con su fuerza de trabajo. Las posibilidades de producción son escasas, la absorción de trabajo no es suficiente para satisfacer la oferta, son condiciones para que surja la insurgencia campesina, mediando la concientización y politización. El capitalismo promueve la auto-explotación. Esto preparó el terreno para la evangelización, enriquecido por la interpretación marxista de la opresión y de la superación de la misma. El trabajo político, la organización de las estructuras religiosas, la apertura ideológica y el compromiso cristiano promovieron la revolución campesina.
El contexto político del campesino salvadoreño es analizado por Chomsky. "El poder permaneció en manos de una pequeña oligarquía compuesta por 100 familias, que se enriquecieron e hicieron enriquecer a su vez a los inversores extranjeros mientras la mayoría de la población moría de hambre o emigraba" (Chomsky, 1985: 153). Chomsky al mismo tiempo denuncia la participación del gobierno norteamericano en la situación salvadoreña, "aumentar la represión, aniquilar las organizaciones populares e impedir la independencia eran las genuinas esencias de la política estadounidense" (Chomsky, 1985:164). En este sentido Tipton, S.J. (1990) comunica que la ayuda americana en los diez años de guerra civil corresponde a la suma de cuarenta billones de dólares. La base ideológica de la erogación sancionada por el congreso es analizada por Chomsky: "Nuestros conceptos de civilización y justicia se revelan con mayor claridad en El Salvador, donde el auge de sindicatos, organizaciones autónomas de base cristiana, asociaciones de campesinos y otras amenazas similares en los años setenta provocaron la respuesta de rigor" (Chomsky, 1985:28). Tampoco los medios de comunicación de masas informan de la situación concreta en que viven los salvadoreños. "La violencia de la vida cotidiana en las zonas sometidas a nuestro control e influencia no se considera un tema digno de atención o preocupación, excepto en los momentos en que el orden está amenazado" (Chomsky, 1985:17) El punto central de Martín-Baró, según Chomsky (1990), es que el terrorismo de estado no se gesta en el vacío. Gilly (1981) demuestra que la política del estado es contra cualquier manifestación de reivindicación, por ejemplo, la huelga general de 48 horas de los obreros paralizó al país, pero el estado preparó una ofensiva con su ejército sembrando el terror en las poblaciones. Es una guerra civil. El FMLN (Frente Farabundo Marti de Liberación Nacional) contra el ejército. Es una lucha de clases sociales. Marta Harnecker (1991) demuestra que un día previo al asesinato de los jesuitas, el ejercito bombardeo con el uso de aviones, helicópteros, tanques blindados contra los barrios de una población.
El compromiso de Martín-Baró como psicólogo político fue en dos niveles. En un nivel, su reflexión epistemológica sobre las teorías en psicología social como marco de referencia para comprender y explicar la realidad psicosocial y su aproximación científica con un rigor metodológico. En otro nivel, la dirección de un Instituto de opinión pública donde se desenvolvió como práctica psicológica.
La psicología popular reclama una psicología política que tome en consideración el poder social. "La psicología política tiene, por consiguiente dos vertientes que con frecuencia se confunden y que conviene examinar por separado: la política de la psicología, es decir, el impacto de la psicología en cuanto actividad científica y profesional tiene en cada sociedad y, la psicología de la política, es decir, el análisis e intervención psicológica en los procesos y comportamientos políticos que tienen lugar en una sociedad" (Martín-Baró, 1988a:82). Considero que la tarea de la psicología política crítica es desenmascarar los procesos soterrados que guían a los sujetos hacia la automatización conformista, o la obediencia servil, a la dependencia manipuladora y al sometimiento frente a las fuerzas dictatoriales (Delahanty, 1987)
Una psicología política crítica vive del vínculo entre la biografía y los que hacen históricamente unos u otros. Martín-Baró no emplea el método de la historia de vida en su psicología política porque excluye a las aportaciones psicoanalíticas como instrumento de análisis. Martín-Baró es un crítico del psicoanálisis, no obstante que en sus primeros escritos encontramos referencias a Freud, Fromm, e incluso a Lacan. De cualquier modo su aproximación al psicoanálisis es ecléctico porque hay referencias también a Anna Freud, Hacker, Szasz, Bettelheim, etc. En un artículo publicado póstumamente reconoció los aspectos subjetivos e inconscientes que se encuentran latentes en los procesos sociales. Martín-Baró acumuló un conocimiento muy amplio en psicología, por ejemplo, la psicología genética de Piaget; la teoría del campo de Lewin; la neuropsicología de Luria; la psicología humanista; en pedagogía a Freire; y finalmente a una pléyade de conductistas. En algunas investigaciones emplea conceptos como representación social de Moscovici o de conciencia colectiva y su significación transindividual de Goldmann sin su referencia primaria correspondiente. Quizás por su formación en Chicago sus investigaciones empíricas se orientaron con la metodología del funcionalismo, sin embargo, completó sus interpretaciones desde la crítica marxista. En su obra contiene una bibliografía abundante de marxismo en la línea de Althusser y Sève, por lo tanto, corresponde epistemológicamente al marxismo estructuralista.
La posición inicial de Martín-Baró se transformó hacia un compromiso de vida. Como sujeto de una sociedad en crisis, sus posiciones políticas se extremaron y radicalizaron. La actividad política como psicólogo, en la fase final de su vida, fueron sus investigaciones empíricas sobre la opinión pública. La Universidad estableció el Instituto Universitario de Opinión Pública en 1986 para compulsar científica y sistemáticamente la opinión de la sociedad salvadoreña y contrarrestar el clima de mentira producido por la guerra psicológica, que bloquea la conciencia en la vida cotidiana de la población, provoca una ruptura entre la vivencia y la comunicación, entre la experiencia personal y la referencia del sentido común (Martín-Baró, 1989e). Para Habermas una opinión pública se produce con la condición de que los ámbitos comunicativos de las personas privadas sin público y las opiniones formales de las instituciones publicisticamente activas, sean mediados por el ámbito de la notoriedad pública crítica. "El derecho de libre expresión de las opiniones implica una identidad entre las conciencias individuales y el interés común racional" (Adorno, 1960: 155).
Para Martín-Baró la opinión pública es una herramienta para desenmascarar la ideología de la clase social dominante, cuya intención era modificar la conciencia colectiva del pueblo, en contra de la mentira institucionalizada del gobierno y de los medios de comunicación masiva, y crear una nueva identidad. Las encuestas como instrumento que aporta ayuda para el proceso de desalienación social, las preguntas a la población urbana primero y extensiva el medio rural posteriormente era sobre temas peligrosos para la seguridad pública, a saber, sobre la intervención norteamericana, las elecciones gubernamentales y las fuerzas insurgentes. Las investigaciones empíricas de psicología política se nutren de los métodos tradicionales de la psicología social como las encuestas, los cuestionarios, entrevistas de 20 y 30 minutos, estadísticas, diferencial semántica. Colaboró permanentemente un equipo de encuestadores que eran también catalizadores. Sus resultados eran analizados cuantitativa y cualitativamente. El marco de referencia teórico le permitió analizar el sentido oculto de los resultados superficiales de los datos, incorporando el método de discusión de grupo.
Es evidente que las condiciones materiales de la paupérrima existencia del pueblo como el hambre, la opresión y aniquilación radicalizaron su posición como psicólogo político y su evolución teórico-social de planteamientos desde una psicología social funcionalista a un marxismo que subraya la noción de clase social, estructura socioeconómica y falsa conciencia, con la denuncia de las injusticias y la promoción de la lucha para la liberación del pueblo.
Martín-Baró (1989a) propone la psicología de la liberación inspirada en la teología de la liberación. Primero para descentrar a la psicología de su status científico y social para atender los problemas de la población latinoamericana que sufre por sus condiciones materiales mínimas de vida, la búsqueda de la verdad en el núcleo de las mayorías populares y la praxis psicológica que contribuya a la transformación comprendiendo la negatividad. La experiencia de liberación nutrida por la teología de la liberación es que es un proceso histórico, conflictivo, colectivo, constructivo de una identidad social, con el objetivo de romper las cadenas de la enajenación para que el pueblo sea el rector de su historia. Para del Valle (1989) liberación de todas las opresiones, de los grupos, razas, culturas, clases, en un proceso conflictivo económico, social y político, como un proceso dinámico de la historia de la humanidad y del pecado, raíz de toda ruptura de amistad, de injusticia, de opresión.
Martín-Baró pertenece, y es un punto de referencia importante, a un grupo de jesuitas con la visión del mundo de la teología de la liberación. Una ideología marxista con referencia a Marx. Desde el punto de vista marxista el eje es la categoría de clase social y sus conexiones con el trabajo, la cooperación, la enajenación, etc. Para Calvez (1956) la verdad del marxismo es que admite el fundamento religioso de la existencia humana. La teología de la liberación se enmarca en el análisis de Marx de la realidad que reconoce la injusticia estructural; las aportaciones de Mao sobre las contradicciones; la alfabetización de Freire cuyo objetivo es la toma de conciencia de la realidad; el análisis del relato y la semiótica para el análisis del contexto; la teología pastoral o narrativa; y el discernimiento ignaciano de los Ejercicios Espirituales. (Mora, 1990).
Unas palabras con relación al análisis del texto propuesto para analizar la realidad. Existe una trayectoria educativa en los jesuitas con el empleo de la retórica durante su formación Meneses, 1988). Para Barthes (1966) la retórica es el arte de persuadir como de expresarse correctamente, pero en la actualidad ha estallado en fragmentos, multiplicidad de lecturas. La retórica, es una ciencia de la persuasión, basada en premisas probables, abiertas a la discusión y refutación, articular sus silogismos para mover pragmática y emocionalmente al destinatario, es una técnica de interacción conversacional, la lógica de los silogismos (Eco, 1976). La retórica es empleada por los jesuitas incluido el conocimiento extensivo y sin profundidad (Kircher, 1673).
Es posible que Martín-Baró eligió su praxis política como resultado del discernimiento en el sentido de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola. Pero me parece que fue parte de un discernimiento grupal que comprende a la comunidad jesuita de la universidad, o sea, al sujeto colectivo. Luis G. del Valle (1987) define que el discernimiento compromete a la oración a situaciones vitales en actividad de la espiritualidad permanente en la vida cotidiana. "Toda acción resuelve, de la forma que sea, la serie de contradicciones preexistentes en la realidad de la que el sujeto es parte. La acción, la decisión de la acción, es elección, sin que ello implique la conciencia de la o las motivaciones que la suscitan" (Castilla del Pino, 1969:80). Considero parafraseando a Castilla del Pino que Martín-Baró entendía los valores de propiedad del objeto como una ilusión (Freud) o un fetichismo (Marx) (p. 54).
La referencia institucional inmediata del grupo de jesuitas asesinados era la universidad con inspiración cristiana. Ellacuría define la tendencia, "cuyo horizonte es el pueblo de los más necesitados, que exigen su propia liberación y luchan por ella; cuyo compromiso fundamental es el cambio de estructuras y de personas en orden a una creciente solidaridad; cuyo talante es la lucha arriesgada en favor de la justicia; cuya inspiración en el juicio ético de las situaciones y de sus soluciones, así como de los medios que han de llevar desde las situaciones a las soluciones, es la del evangelio, es una Universidad cristiana". (1975:166). Jesuitas que fueron amenazados, hostigados, y asesinados por el poder autoritario de los militares. "Eran jesuitas, miembros de la Compañía de Jesús. Llevaron la misión el servicio de la fe en la promoción de la justicia, la gracia de la opción por los pobres la derecha lanzó un ultimátum que para después del 15 de agosto de 1975 serán eliminados" (Bravo, 1993:73). Y desde junio de 1977 la proclama lanzada por sus enemigos era que sí al fin de mes los jesuitas no abandonaban el territorio sus vidas correrían peligro. Páramo (1977) describe desde el punto de vista histórico social la organización y tareas de la Compañía de Jesús en el Salvador, los orígenes del trabajo colectivo y la creación de las diversas instituciones como los seminarios, colegios y universidad. Era un intento también de advertir a la comunidad internacional de las amenazas que reciben desde entonces[3][3]. "Los escuadrones de la muerte amenazan nuevamente al personal universitario para que abandone el país, si no quieren ser asesinados" (Chomsky, 1985: 181). Los jesuitas y dos empleadas de su casa fueron asesinados el 16 de noviembre de 1989.[4][4] Lafarga en su homilía exclamó: "Como la sangre de Jesús se transformó en vida para los hombres nuevos de todas las razas, de todos los pueblos y de todas las religiones, la sangre de ustedes, con la sangre de tantas víctimas silenciosas del odio y la intransigencia, se transformará en la semilla del pueblo salvadoreño liberado" (1989:121).
Martín-Baró fue profético con relación a la improbable reparación social cuando un gobierno totalitario cede a uno democrático. "¿En base a qué podrá ejercerse la justicia en nuestras sociedades, sí los principales violadores a los derechos humanos pueden campar libremente incluso presumiendo ante sus propias víctimas de que lo que hicieron fue lo 'correcto' y aún amenazando con repetirlo?" (Martín-Baró, 1989b:16)[5][5].
Los escuadrones de la muerte perseguía y sometía a torturas a hombres y mujeres, aniquilaron con crueldad a la población. El horror es escalofriante que uno se pregunta cómo es posible que un ser humano se conduzca con tanta violencia contra su prójimo. Fromm considera que en el fondo de la crueldad se contempla el carácter necrófilo: "La atracción apasionada por todo lo muerto, corrompido, pútrido y enfermizo; es la pasión de transformar lo viviente en algo no vivo, de destruir por destruir, y el interés exclusivo por todo lo puramente mecánico. Es la pasión de destrozar las estructuras vivas" (Fromm, 1974:331). Menciona también a los caracteres sádico-anales que participan en los procesos de dañar a las personas y los del carácter burocrático que gozan frustrando a la gente, mostrando que es él quien manda, de alguna u otra manera colaboran en el ritual de la destrucción en las instituciones de encierro. Me parece que es una comprensión del fenómeno sin llegar a explicar de raíz tal comportamiento. Para evitar las condiciones que propician la conducta de la crueldad, "Lo que tiene que hacerse, es cambiar las instituciones" (Chomsky, 1988:125). Martín-Baró (1983) no obstante sugiere que la aportación de Fromm sobre la violencia puede servir para entender la situación de crueldad en El Salvador, crítica que el modelo de Fromm no recorre las mediaciones psicosociales que las estructuras sociales imprimen en la estructura del carácter y de los sujetos en las acciones concretas de la vida cotidiana. Las sociedades deben reparar el daño causado a la población, perdonar, eso sí, pero sobre la base de la justicia y de la verdad. (Martín-Baró, 1989b).
Camilo Torres[6][6] realiza un análisis sobre la violencia en el medio rural como una respuesta a la frustración, a la marginación y a la rebelión de su sentimiento de inferioridad frente a las clases privilegiadas, conservadoras. Surge la agresividad colectiva ante la frustración de las aspiraciones por la violencia de las instituciones, “el fenómeno común a las áreas rurales subdesarrolladas descrito como agresividad latente, se ha expresado en nuestras comunidades campesinas haciéndose agresividad manifiesta en el fenómeno de violencia. Es importante distinguir los planos de la violencia, por una parte, la violencia derivada de agresión causada por la frustración del campesino para cambiar las condiciones sociales de sometimiento y liberación de los oprimidos, y la violencia institucional que oprime a la población.
Martín-Baró fue asesinado, no por su profesión de psicólogo social, sino por su condición de jesuita inspirado por la reflexión de la teología de la liberación y su consecuente acción en las comunidades de base para concientizar al campesino. Los jesuitas de la teología de la liberación realizan la misión pastoral con el pueblo oprimido, en concreto con los campesinos. Una misión cristiana en un mundo convulso. Martín-Baró fue un misionero jesuita que realizó actividades pastorales los fines de semana en la parroquia Jayaque, y en el pueblo campesino de Zacamil, incrustado entre fincas cafetaleras. "Vivió su sacerdocio desde el pueblo, desde la opción preferencial por los pobres, aprendiendo de ellos la verdadera realidad" (Ibisate, 1990). Su inspiración fue la carta a los hebreos[7][7]. Perteneció a la comunidad jesuítica cuya misión en el mundo es evangelizar con un mensaje procedente del Jesús histórico.
Sobrino dice que la pobreza esta al inicio de la teología de la liberación. "En los pobres y oprimidos está el rostro escondido de Cristo" (Sobrino, 1982:36). Lo histórico de Jesús es una invitación convertida en exigencia de proseguir su práctica, en el lenguaje de Jesús, es una misión. La liberación de los pobres es la práctica. Miseria, represión, opresión y muerte de los hermanos latinoamericanos es paralela al martirio de Cristo. Defensa de los pobres y denuncia de la injusta situación social y desenmascaramiento de los poderosos. La buena noticia de Jesús para las comunidades. La esperanza de los grupos que sufren bajo la opresión material y social. EL reino es para los más privados de vida. La resurrección de Jesús es esperanza en primer lugar para los crucificados. El pecado es estructural y la pecaminosidades relacional: son opresores de los pobres. "Muchos hombres mueren realmente crucificados, asesinados, torturados, desaparecidos, por causa de la justicia. Otros muchos millones mueren de lenta crucifixión que les produce la injusticia estructural. Existen pueblos enteros convertidos en piltrafas y desechos humanos por las apetencias de otros hombres, pueblos sin rostro ni figura, como el crucificado" (Sobrino, 1982:240).
Martín-Baró se comprometió políticamente interiorizando el vínculo social de la comunidad de base, "a partir de su visión religiosa de la comunidad de los que el cristiano confiere tal valor y reconoce tal seriedad a la comunidad política" (Calvez, 1985:37). En este sentido su fe y confianza básica, más allá del miedo y de la amenaza en su relación de reconocimiento político. Surge entonces la utopía pluridimensional, universal, fuera de la realización histórica. El mensaje de Cristo a los miserables era a su sufrimiento y la promesa de un nuevo mundo, aquel mundo, la tierra utópica. Lo que señala Mateo 25 es "una frase que fundamenta la utopía social en el sentido del cristianismo primitivo en su comunismo del amor y en la internacional que lleva todo rostro humano, aunque sea pobre" (Bloch, 1959:64). Una utopía de vida.
[1][1] Ignacio Martín-Baró nació el 9 de noviembre de 1942 en Valladolid, España, la región vasca. A los 17 años ingresó a la Compañía de Jesús. Viajó a El Salvador para realizar su ministerio en septiembre de 1960. Realizó sus estudios de teología en Lovaína, Bélgica y en Frankfurt, Alemania Federal. Es ordenado sacerdote en 1970 en San Salvador. Estudió el doctorado de psicología social en la Universidad de Chicago en Estados Unidos graduándose en 1979. Cf. Gerardo Marín (1991), "Ignacio Martín-Baró, S.J. (1942-1989)", American Psychologist, mayo, p. 532.

[2][2] Un ejemplo de cómo viven y las vicisitudes de sufrimiento de los jesuitas en las misiones en el siglo XVII son descritas por Maxime Haubert, (1967), La vida cotidiana de los indios y jesuitas en las misiones del Paraguay. Madrid, Ediciones Temas de Hoy, 1991

[3][3] La aniquilación de religiosos comenzó muchos años antes. El Arzobispo monseñor Oscar Arnulfo Romero fue acribillado mientras oficiaba una misa en la capilla del Hospital de la Divina Providencia en San Salvador el 24 de marzo de 1980 a las 17:30 horas. Tres monjas de Estados Unidos, de la orden Maryknoll y una laica que colaboraba con ellas, Ita Ford, Maura Klarke, Dorothy Kasel y Jean Donovan, fueron secuestradas, violadas, torturadas y asesinadas el dos de diciembre de 1980. El jesuita Rutilio Grande y dos campesinos fueron asesinados el 12 de marzo y 11 de mayo de 1977 el sacerdote diocesano Alfonso Navarro.
[4][4] The Jerusalem Post, 17 de noviembre de 1989.
[5][5] El 28 de septiembre de 1991 dos de los nueve militares implicados en el asesinato de los jesuitas son sentenciados culpables a 30 años de cárcel. Excélsior, 29 de septiembre de 1991; el 12 de marzo de 1993 renuncia el ministro de defensa de San Salvador, autor intelectual del crimen. Uno más Uno, 13 de marzo de 1993; el 2 de abril sueltan a los dos militares bajo la ley de amnistía decretada por el presidente de la República de El Salvador. La Jornada, 2 de abril de 1993.

[6][6] Camilo Torres nació en Bogotá, Colombia en 1929 y murió como guerrillero en combate en febrero de 1966. Se ordenó sacerdote en 1954 y estudió sociología en la Universidad de Lovaína hasta 1958. Profesor de la Facultad de Sociología de la Universidad Nacional. Cf. Michael Löwy (1980), El marxismo en América Latina, México, Ediciones Era.
[7][7] "Acordaos de los presos, como si estuvierais con ellos encarcelados, y de los maltratados, pensando que vosotros tenéis un cuerpo" Epístola a los hebreos, 13:3, Biblia de Jerusalén, Bilbao, Desclée de Brouwer, 1975. Según Luis Alonso Schökel, S.J. en esta epístola Cristo es concebido como el sumo sacerdote que media entre Dios y los hombres, garantizando la alianza. La Sagrada Biblia. Edición Ecuménica, Barsa, 1975.

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