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jueves, 31 de marzo de 2011
Alejandro Cussianovich
Alejandro Cussianovich: Un niño debe poder trabajar, pero no en cualquier cosa
Vivió de cerca el surgimiento de la Teología de la Liberación y su activismo le pasó la factura. Sin embargo, eso no impidió a Alejandro Cussianovich luchar por los niños, niñas y adolescentes trabajadores. En mérito a ello la Universidad Federico Villareal lo nombró Doctor Honoris Causa.
"De mi madre aprendí el respeto que hay que tener por los chicos o chicas que trabajan en la casa. De la chica que trabajaba en casa, me dijo: ella es como tu hermana y hay que respetarla. He trabajado 45 años para el gremio de las trabajadoras del hogar. Su sindicato se formó en el 73", nos cuenta el padre Alejandro Cussianovich.
Usted estuvo cerca del nacimiento de la Teología de la Liberación.
La Teología de la Liberación no es un libro. Es una corriente de pensamiento para quienes creen, entendiendo la fe con relación a la vida concreta, desde el ángulo de los más excluidos, los más pobres. Quien condensó esto académicamente de forma brillante fue mi amigo y compatriota Gustavo Gutiérrez. Su libro se publicó luego de un largo trabajo de cristianos y no cristianos en la búsqueda de la justicia social. Era la época del gobierno de Velasco. De aquello formamos parte varios sacerdotes.
Debió haber reacción en la Iglesia.
Sí. Curiosa. No solo fue "¿por qué se meten en política?". También, "¿por qué no pelean para que se suprima el celibato?". ¡Querían un sindicato de curas! (ríe). Pero ese no era nuestro asunto.
¿Y qué pasó con usted?
(Sonríe) Cuando uno se mete en estas cosas, debe saber que provocará reacciones. Hay que reconocer que el entonces cardenal Landázuri aceptaba el pensamiento divergente muy democráticamente. A él se le atribuye no haber puesto coto a esto, pero los procesos históricos no se detienen por autoritarismo. La primera reacción fue en el 69. El nuncio apostólico mandó un documento a medio mundo que decía algo así como lobos vestidos con piel de oveja refiriéndose a Gustavo, a Carlos y a Jorge Álvarez Calderón y a mí. A la semana, sacaron al nuncio. Mis dificultades vinieron con la congregación -yo era salesiano-. Había escrito un documento sobre le teología de la vida religiosa en el año 75. En el 80 me llegó un documento que decía que el texto estaba sancionado como herético.
¡Herético!
Sí. Pero, normal. Herético no significaba que hubiera hablado contra el Papa o la divinidad sino que era divergente. Eso suscita emociones, evidentemente. Y vino un proceso de expulsión.
¿Cómo comenzó su labor por los niños trabajadores?
En el 77 (en el gobierno de Morales Bermúdez), se despidió a seis mil dirigentes sindicales y hubo una reunión de emergencia. Yo estaba ahí y pensé que iban a luchar por la reposición, pero no fue así. Les preocupaba la nueva generación. ¿Qué iba a pasar con los que en ese momento eran niños trabajadores sin experiencia sindical? Y decidieron que se debía ir preparando al relevo.
¿Usted qué pensó?
No me parecía correcto. Pero una chica obrera se paró y me dijo que yo estaba equivocado, que no se podía hacer diferencia por la edad entre la gente que trabaja. Porque la edad cambiaba, pero lo que no iba a cambiar era que tenían que trabajar para vivir con dignidad. Eso cambió mi perspectiva. Y me encargaron comenzar con esto.
¿Cómo armaron las organizaciones?
El eje era que fueran sujetos políticos y sociales de su vida. Que no cayeran en el drama del trabajo de la sociedad industrial, en la cual uno trabaja por una miseria y mejor no te quejes.
Usted no cree que sea malo que los niños trabajen. ¿Por qué?
Debe o no debe es una mala pregunta. En este país, el que no trabaja no come. Entonces, debemos partir del hecho de que el niño trabaja, por lo tanto, el tema no es ese sino que no trabaje en cualquier cosa o bajo cualquier condición. En el 92, cuando se hizo el código del niño y adolescente, se les consultó a los chicos. Se quería proteger al niño trabajador, pero lo primero para eso fue reconocer que tenían derecho a trabajar, pero no en cualquier cosa. Para eso se hace un reglamento. Que se reconozca un derecho ya le da a uno un sentido de dignidad.
¿Mendigar es trabajo?
Aquí se aprobó una ley contra la mendicidad. Los chicos dijeron que no eran mendigos, que hay niños explotados por adultos para pedir plata. Pueden pasar muchas cosas. ¿Podemos solucionar el desempleo de tantos adultos? La mendicidad es un problema desde hace tiempo y da pie a ideas como pretender ocultar a los pobres porque dan mal aspecto. Los niños pelearon para que no se diera esa ley. En las peleas no siempre se gana. Pero uno no se mete a pelear porque va a ganar sino por dignidad.
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